11.- Ni tan lento ni tan rápido: a mi ritmo

Solo llevo cinco semanas en rehabilitación, pero ya empiezo a darme cuenta de cosas que, en el fondo, me hacen gracia.

Al principio intentaba explicar mi postura a todo el mundo, pero descubrí que era agotador. La gente, en ocasiones, es muy cerrada, y al final aprendí a seleccionar con quién hablo y con quién no de ciertas cosas. Porque llega un punto en el que desgasta. Y, aún así, cuando lo compartes, muchas veces te encuentras con alguien que intenta decirte lo que te pasa, como si pudiera saberlo mejor que tú. Y yo pienso: ¿cómo van a saberlo, si no pueden ver todos mis pensamientos ni sentir las emociones que yo llevo por dentro? Justo ahí está la clave, en lo que no se ve.

En las tres primeras semanas repetí en todas las terapias lo mismo: que sentía que tenía un problema, pero que no era capaz de identificarme como ludópata. Les decía que estaba allí porque tenía miedo de mí mismo, que no operaba porque no tenía dinero, pero que, tras haber dedicado nueve años a estudiar y obsesionarme con el trading, temía que mis pensamientos me dominaran y me hicieran volver a caer.

Pero en estas dos últimas semanas, especialmente en la última, algo dentro de mí ha cambiado. No sé si ha sido por escribir, por observar mis pensamientos, por dar espacio a mis emociones, por las terapias, o por la ayuda de mi psicóloga y mi psiquiatra. Quizá por todo junto. Pero siento que ha habido un "clic" en mi cabeza. Ahora mismo no tengo ganas, ni necesidad, ni pensamientos de bolsa. Y eso, en tan solo cinco semanas.

Lo curioso es que he encontrado una motivación distinta: el viaje de autodescubrimiento en el que estoy metido. Me tiene enganchado, pero en el buen sentido. Disfruto viniendo a terapia, escuchando a mis compañeros y familiares, analizando lo que se comenta, viendo si me identifico o no. Me encanta hablar con mi psicóloga, contarle mis avances, mis conclusiones, lo que voy descubriendo de mí. Y escucharla decirme que lo estoy haciendo bien me da todavía más impulso.

Con mi psiquiatra fui claro: “quiero saber qué me ha pasado para llegar hasta aquí”. Su respuesta fue igual de clara: “no te preocupes, que lo vas a saber”.

En la asociación tenemos un decálogo de normas para orientarnos en la rehabilitación. Yo lo respeto, pero también creo que no todo puede aplicarse a todos de la misma forma. Por ejemplo: se recomienda salir siempre con el dinero justo. Algunos compañeros piden a un familiar que les dé 2 o 3 euros al día... 10 en algunos casos , como niños pequeños. Yo entiendo que eso pueda ser necesario para muchos, según el tipo de adicción que tuvieran (tragaperras, ruleta, bingo...) pero en mi caso, que mi problema se ha centrado exclusivamente en la bolsa, lo veo exagerado. La herramienta que yo sí aplico es que mi mujer tenga acceso a mi cuenta bancaria, para que pueda ver todos los movimientos. Eso me protege y me da tranquilidad de no tener la tentación de hacer una transferencia de fondos al broker. Pero ir con 2 euros en el bolsillo, sinceramente, me generaría más ansiedad que otra cosa.

Otro punto es el de contar el problema con el juego a toda la familia. En mi caso, solo lo saben mi mujer y un hermano, y así quiero que siga. Para mí sería contraproducente airearlo más. Este proceso es mío, y voy a hacerlo de la manera que mejor me funcione, aunque vaya en contra de lo que dicta la mayoría. No creo en el “café para todos”. Cada caso merece un análisis individual.

Lo que sí tengo claro es que explicar una postura diferente a la mayoría es complicado: a veces te acaban mareando. Así que también estoy aprendiendo a elegir qué digo y qué no. Qué cosas hablo con todo el mundo y qué cosas hablo sólo con mi psicóloga , con mi mujer o con mi hermano.

Ayer mismo tuve una situación curiosa con mi mujer. Al salir de terapia le dije que no tenía ganas de bolsa, que no sentía abstinencia. Ella, sorprendida, me contestó que entonces es que no tenía ludopatía. Traté de explicarle que sí la tengo: ahí están mis cuentas bancarias y mis comportamientos pasados. Pero que ahora mismo no siento la necesidad de jugar. Lo único que necesito es formarme, leer, ir a terapia, aprender y ayudar a los demás.

Sé que no se entiende. No se entiende que en solo cinco semanas pueda haber avanzado tanto. No se entiende que no siga el ritmo que se espera: si vas más lento, te lo recriminan. Si vas más rápido, también. Y eso me hace gracia, porque al final parece que hay que cumplir un guion. Yo he decidido que no: que voy a seguir mi camino, a mi ritmo, con mis herramientas, las que me va recomendando mi psicóloga , que creo que es la que mejor me puede ayudar, pues no he llegado a este punto de la noche a la mañana. En mi caso hay muchas situaciones que, como una especie de tormenta perfecta , me han llevado a donde estoy, desde traumas de la infancia y complicaciones familiares, hasta situaciones complejas en el entorno laboral.

Por el momento , aprender a observarme y explicar todo lo que siento de forma sincera a mi psicóloga , es lo que me está funcionando.