19.- La mente, un barrio peligroso donde no conviene caminar solo

Tras la última semana, muy ajetreada en mi mente, tuve una terapia muy intensa con mi psicóloga, donde estuvimos tratando los asuntos de los últimos días. Le explicaba que me estaba haciendo consciente de lo peligrosa que es nuestra cabeza.

Comentamos un par de casos cercanos a mi localidad: el suicidio de una chica de 22 años y una agresión (intento de homicidio) de un hombre a su expareja. Reflexionamos sobre cómo, en una décima de segundo, tu mente puede convertirse en un auténtico monstruo que te haga visitar el mismísimo infierno.

Mientras escribo esto, recuerdo una frase que se me quedó grabada a fuego en un pódcast que acabo de descubrir y que también habla sobre adicciones (Adictos a la vida). En esa ocasión, el entrevistado dijo algo así como: “La mente es un barrio muy peligroso por donde no deberías caminar solo”.

Me pareció una frase con mucho sentido, especialmente para algunas mentes: las de personas con algún tipo de adicción o con problemas “invisibles” que causan muchísimo sufrimiento, como la ansiedad, la depresión, la rabia, la ira, los celos, los complejos, etc.

He reflexionado sobre esto y, efectivamente, la mente es como un barrio. Hay personas que caminan por zonas conocidas y tranquilas, pero en otras ocurre algo muy diferente: la mente toma el control y te muestra calles más oscuras o complicadas de ese barrio que creías conocer tan bien, o por el que pensabas que podías caminar solo sin problemas.

He de reconocer que me asustan algunas zonas por las que mi mente me ha hecho caminar solo. He hablado con mi psicóloga de varias de estas cuestiones “peligrosas” y, aunque ella me dice que es bueno reconocer estos pensamientos y hablarlos, la verdad es que el cuerpo que se me queda es el de no querer volver a terapia. Es tan difícil transitar solo por este barrio como exteriorizar muchos de estos pensamientos.

En la última sesión le decía a mi psicóloga que me había parecido muy fácil dejar de hacer bolsa, y que incluso pensé en no decirlo en las terapias de grupo para que no se me echaran encima. Pero lo que realmente me estaba resultando muy complejo era afrontar los altibajos de mi propia mente, las trampas a las que me somete a nivel emocional, creando incluso escenarios —reales o ficticios— que me hacen sentir una intensidad muy alta. Un ejemplo son las relaciones de pareja, donde reacciono de alguna forma de la que después me arrepiento, y eso me arrastra a un episodio de malestar y depresión.

Me emocioné en la última terapia cuando le dije a mi psicóloga que estaba cansado. Cuando me preguntó de qué, se me hizo un nudo en el pecho y en el estómago que no me dejó hablar. Solo las lágrimas que brotaron de mis ojos pudieron expresar el dolor que llevo acumulado. Supongo que estoy cansado de luchar contra mi propia mente, de tener estos niveles tan cambiantes de ánimo asociados a mi personalidad. Supongo que toda esta situación se me está haciendo muy grande.

Creo que abrirme tanto en las terapias me está pasando factura, porque siempre he sido una persona que se guardaba todo para sí misma… y abrir todo esto ahora duele, y mucho.

Mi psicóloga me dijo que esto es la recuperación: realmente no es solo dejar de jugar o no… es todo lo que hay detrás. Me explicó que existen dos grupos de ludópatas en rehabilitación: los que no llevan dinero encima y no juegan porque no tienen la “sustancia” (el dinero), y los que, llevando o no dinero, afrontan la rehabilitación atacando toda la parte mental, emocional y de traumas. En ese lado es en el que estoy yo.