2.- Inicio del primer mes. Primeras terapias grupales: cuando empiezas a verte de verdad

Cuando entré por primera vez a una terapia grupal, lo único que pedía por dentro era que no me tocara hablar. O, al menos, que no me tocara el primero. Siempre me he considerado una persona muy tímida, y hablar en público ha sido una de esas cosas que me bloquean desde pequeño.

Cada vez que tengo que hablar delante de otras personas, el corazón me late más rápido de lo normal. Es como si se me revolviera por dentro. Luego, cuando inevitablemente me toca hablar, llega la voz temblorosa. Es casi automático. Entonces paro, pido disculpas y explico que estoy nervioso. Solo después de ese pequeño desahogo empiezo a hablar de forma más fluida, comprobando que no pasa nada. Nadie se ríe. Nadie me ataca. Poco a poco, el corazón vuelve a su ritmo.

En mis dos primeras terapias de grupo no me libré. Se hizo un rondo por orden de participación, y todos tuvimos que hablar. Tocaba compartir cómo nos sentíamos o contar algo de nuestra experiencia. La mayoría de los asistentes se presentaba diciendo su nombre y luego la frase: “soy ludópata”.

Y ahí vino mi conflicto. No me salía decir eso. No porque no sintiera que tengo un problema. No porque no supiera que la ludopatía es una enfermedad grave. Sino porque había algo en esa frase que me resultaba extraño. Quizá porque en algunas ocasiones, en discusiones con mi mujer, la palabra “ludópata” había sonado como un insulto. Probablemente ella no lo dijese con esa intención , sino para mostrar ayuda. Pero yo lo recibía como un insulto, como un ataque. Como una etiqueta que me arrojaban a la cara con rabia. O tal vez porque en muchos libros de desarrollo personal que he leído se insiste en que no te definas por tu enfermedad, por tu rol o por tus errores.

No lo sé. Pero no me salía. Y lo intenté explicar. Dije que sí, que reconocía el problema, pero que no me sentía cómodo diciendo “soy ludópata”, de la misma forma que no diría “soy enfermo de cáncer” si tuviese cáncer, o “soy ingeniero” solo por haber estudiado una carrera.

Nadie me juzgó abiertamente, pero algunos compañeros hicieron comentarios del tipo: “eso es porque llevas poco tiempo aquí”, o “¿qué más necesitas para darte cuenta, después de todo lo que has perdido?” Y tenían razón en una cosa: llevaba poco tiempo. Pero me esforcé en explicar que sí reconocía el problema, que no lo estaba negando. Solo que no me salía decirlo de esa forma.

Al salir de una de esas sesiones hablé con la psicóloga que estaba en esa terapia. Ella sí entendió lo que quería decir. Me escuchó sin prisas. Me dijo que para muchas personas esa frase es importante, un paso en el camino de aceptación. Pero que cada uno llega a ella a su ritmo. Que no hay una forma única de presentarse cuando estás reconstruyéndote desde cero. Me sugirió que hay personas que prefieren decir " tengo ludopatía " y esta bien . Lo importante es lo que se siente. No sirve de nada decirlo si no se siente.

Y mientras seguía acudiendo a sesiones, algo fue cambiando en mí.

Porque al escuchar los testimonios de los compañeros empiezas a ver la crudeza de esta enfermedad. Empiezas a entender que no es solo tu historia, tu vergüenza o tus pérdidas. Es una tragedia compartida. Ves a gente muy joven, ves a personas mayores. Algunas han sufrido grandes pérdidas, otras han podido reconocer el problema a tiempo. Pero todas tienen un punto en común: el juego les ha destrozado —o les está destrozando— la vida.

Unos hablan de máquinas tragaperras, otros de casinos, de apuestas deportivas, de juegos online, de bolsa… Cada historia tiene sus detalles, sus matices. Pero al final, todo se reduce a lo mismo: una relación compulsiva, destructiva, con los juegos de azar. Esa trampa mental que te hace creer que puedes recuperar lo perdido, que puedes ganarle al sistema, que aún estás a tiempo. Y lo que ves es exactamente lo contrario: personas atrapadas en un ciclo de ruina, culpa, vergüenza y aislamiento.

Me quedé con una tarea pendiente para la siguiente sesión: disculparme si no supe expresarme bien. Explicar que, a día de hoy, no tengo muy claro quién soy. Supongo que eso no solo me pasa a mí. Tal vez le ocurra a mucha más gente… aunque no tenga esta enfermedad.

Así que , a la que escribo esto, y tras reflexionar un poco , si tuviera que hacer una buena presentación, diría lo siguiente :

( Realmente no se lo que diré en la siguiente terapia ... pero al menos por aquí lo dejo)

Nombre y edad..... .Estoy casado con una mujer que ha estado a mi lado desde el principio. Ella ha vivido conmigo todo el proceso, desde aquellas primeras operaciones en bolsa hasta los momentos más oscuros de mi autodestrucción. Conoce cada herida, cada caída, cada mentira.
Tengo tres hijos pequeños. Ellos, sin saberlo, me han salvado la vida. Porque en los momentos más desesperados, cuando la culpa y la vergüenza me ahogaban, lo único que me impedía acabar con todo era imaginar el dolor que podrían arrastrar el resto de sus vidas si yo me quitaba de en medio.
Tengo ludopatía desde hace más de nueve años. Pero he sido consciente de ello hace muy poco."

Aceptar esta enfermedad no va solo de repetir una frase. Va de dejar de huir de ti mismo. De mirarte de frente, con todo lo que duele.

Porque todo empieza ahí: no cuando lo dices… sino cuando por fin lo sientes.