ANTI-TRADING
20 .-¿Por qué uno se hace adicto a algo?
El otro día, no sé por qué, le comenté a la psicóloga que pensaba que yo, en realidad, hubiera sido adicto a cualquier cosa. La verdad, no sé de dónde salió esa frase. Últimamente, cuando la visito, me da la sensación de que algo habla por mí, aunque yo ni siquiera piense en decirlo.
Es raro… porque en las sesiones voy hablando de lo que quiero, sin forzar nada, salvo en alguna ocasión en que ella puntualiza o me hace alguna pregunta para indagar un poco más. Pero me sorprendo a mí mismo diciendo frases como esa: “en realidad yo hubiera sido adicto a cualquier otra cosa”.
¿Por qué lo dije? Una parte de mí insiste en que yo no era adicto a nada. Yo operaba en bolsa porque pensaba que podía ganar dinero y dedicarme a eso. Pero creo que, en realidad, convivían las dos circunstancias: por un lado, mi deseo de vivir de ello; por otro, una parte de mí enganchada a las emociones y a la dopamina.
Cuando estás obsesionado con algo, eso hace que te evadas de la realidad. Y ahí está la trampa, o la enfermedad: necesitas escapar de la realidad y de las emociones que no sabes manejar. Muchas veces ni siquiera sabes de dónde vienen esas emociones, solo que pesan demasiado.
La ludopatía es una adicción sin sustancia, y quizá por eso cuesta más verla. Con las adicciones a sustancias es más claro: uno empieza consumiendo por diversión o por sentirse parte de un grupo, pero cuando la adicción se instala, se recurre a la sustancia cada vez que aparece una emoción incómoda o un malestar externo. La sustancia funciona como anestesia, como una vía rápida para evadirte de la realidad y de tus problemas.
Poco a poco, la mente pone en primer plano esa forma de actuar. Y como su función es protegerte, termina utilizando ese mecanismo una y otra vez, de manera inconsciente.
La raíz de muchas adicciones tiene que ver con la predisposición genética. Hay personas que son más vulnerables porque no desarrollaron del todo una gestión emocional sana. Por supuesto, también influye la infancia, las experiencias y el entorno. Pero esa predisposición hace que, tarde o temprano, busques una vía de escape para tapar carencias emocionales.
Y esas vías pueden ser muy diversas: juego, redes sociales, pornografía… No siempre hay una sustancia de por medio. Desde fuera, sin embargo, es fácil no verlo. Con las adicciones químicas se piensa que la persona consume porque quiere, porque sale de fiesta, y no se entiende que muchas veces lo que más desea es dejarlo. Con las adicciones sin sustancia ocurre lo mismo: se nos etiqueta de viciosos, de irresponsables, de no valorar nada… cuando en realidad lo que hay detrás es un problema mental profundo.
Hoy entiendo que lo que dije en la terapia tenía sentido: probablemente sí hubiera sido adicto a cualquier cosa. No porque quisiera, ni por falta de voluntad, sino porque mi mente estaba buscando escapar de algo que no sabía afrontar. Ese es el verdadero campo de batalla: no la bolsa, no el dinero, sino mi propia mente y mis emociones.
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