22.- Dejar el juego es "fácil", lo difícil es reconstruirse por dentro

Estos días he tomado una decisión: dejar de ir temporalmente a terapia, salvo las que puedo hacer online (una a la semana, para no desconectarme del todo), hasta que logre reducir los niveles de ansiedad que tengo. Esa ansiedad está provocada por la sobrecarga de trabajo y el incremento de actividades que requieren los niños pequeños con la vuelta al cole ( Espero que sean solo un par de semanas de desconexión, ya me han advertido en el centro que es peligroso por el poco tiempo que llevo en rehabilitación).

Siento que son “demasiadas” cosas a las que tengo que hacer frente en el día a día, y no tengo fuerzas para ello. Al menos de momento. Es una decisión difícil, porque cuando lo pienso no llego a una conclusión clara.

Mi psiquiatra me dijo que tenía que ser más asertivo, que soy demasiado empático, que miro demasiado por los demás. Y en el proceso de rehabilitación hay que aprender a mirar por uno mismo, a ser más egoísta en ese sentido, y a poner en primer plano algunas de nuestras necesidades individuales.

Mi psicóloga también insiste en que debo encontrar actividades que me hagan sentir bien y desconectar, que me aporten paz mental. Aunque mi mente, acostumbrada a pensar en los demás, me diga que eso es egoísta, la clave es sencilla: si algo me hace estar bien, también es beneficioso para los demás, porque si yo estoy bien, ellos también lo estarán.

La recuperación, en realidad, consiste en desaprender muchos de nuestros hábitos, creencias y formas de pensar —los que nos llevaron a la adicción— para después aprender nuevos hábitos y nuevas herramientas de gestión emocional y mental. Ese es, para mí, el verdadero proceso de recuperación.

En mi opinión hay dos partes. Por un lado, dejar de consumir o abandonar el comportamiento adictivo, como en mi caso con el juego. Por otro, el entendimiento de uno mismo y la reconstrucción mental. Para mí, sin lugar a dudas, lo más complejo. Aunque supongo que depende de cada persona.

En mi caso, haber tocado fondo económicamente me deja sin opciones de seguir con la bolsa, salvo que cayese en actividades delictivas para conseguir dinero (como, por desgracia, cuentan muchos compañeros en terapia). Por eso, esa parte es la “fácil”, porque es como si estuviera atado de manos. El verdadero problema es la parte mental.

Por un lado, soportar el peso enorme de haber provocado un destrozo tan grande y la repercusión familiar. Desearía no haber llegado tan lejos y haberme dado cuenta antes del problema. Pero lo realmente difícil está siendo la otra parte: ahora soy consciente de todo el desorden mental que tengo y de que necesito muchas terapias para recolocar todo.

Además, me doy cuenta de que hay cuestiones familiares y de la infancia que debería tratar con mi psicóloga, pero no lo hacemos porque el día a día siempre trae problemas urgentes que acaban ocupando la sesión. Cuando lo pienso, me da vértigo, porque soy consciente de que este proceso es muy complejo y doloroso. No es casualidad que quienes se recuperan tarden al menos dos años: es el tiempo necesario para desaprender y volver a aprender lo que hace falta para llevar una vida normal.

Con una premisa siempre en mente: la adicción para nosotros es un hecho del que debemos ser conscientes de por vida. Y no solo respecto al juego. Es muy fácil para un adicto dejar una adicción y agarrarse a otra si no se ha hecho un buen proceso de rehabilitación. Porque lo que engancha no es la sustancia o el comportamiento en sí, sino la necesidad de evadirse de la propia vida. Es la falta de herramientas para gestionar emociones o pensamientos lo que nos arrastra a consumir.

Ese es el verdadero reto de la rehabilitación: no escapar de uno mismo, sino aprender a vivir consigo mismo.