26.-Zolpidem: la tentación de un interruptor en la mente

Después de escribir mi último artículo, en el que hablaba precisamente de dejar la medicación para dormir, me ocurrió algo que me dejó pensativo: esa misma noche terminé haciendo justo lo contrario. Volví a tomar zolpidem.

Lo hice por miedo a pasar la noche en blanco: al día siguiente tenía un viaje y no quería afrontarlo sin dormir. Y así se repitió la historia. También lo tomé la noche que dormimos fuera de casa —porque suelo descansar peor fuera de mi cama— y otra vez el domingo, para asegurarme un buen descanso antes de empezar la semana laboral.

Estos días me he dado cuenta de lo cerca que puede estar uno de engancharse a este tipo de medicación. Porque, psicológicamente, cuando te vas a la cama tienes delante dos caminos:

  • tomarte la pastilla y “garantizarte” que en media hora caerás rendido durante unas seis horas,

  • o arriesgarte a pasar la noche entre desvelos o incluso sin dormir.

La tentación del primer camino es enorme.

Lo curioso es que, sin embargo, después de comer soy capaz de dormir una siesta sin necesidad de nada. Últimamente las evito para que no me afecten por la noche, pero la diferencia me hace preguntarme qué es lo que falla en mí cuando llega la hora de dormir.

He investigado un poco y descubrí que dejar el zolpidem de golpe provoca lo que llaman “efecto rebote”: un insomnio incluso peor que el inicial durante unos días, dependiendo de cada persona. Lo recomendable es reducir la dosis poco a poco.

Así que anoche decidí tomar solo media pastilla. Tardó más en hacerme efecto y el sueño fue parecido al que tenía antes de usar medicación: algún que otro desvelo y despertarme a las cuatro horas, en lugar de las seis horas fijas que me daba la dosis completa. No es perfecto, pero creo que es un paso.

Mi plan es mantenerme esta semana con media pastilla y después intentar dejarlo del todo. Con estas cosas conviene ser cauto: es tentador tener un interruptor para apagar la mente, pero también es un riesgo evidente. Al fin y al cabo, ya llevo un mes seguido durmiendo gracias a esta ayuda, pero siento que ahora me toca confiar en mi propio cuerpo y en lo que me recomendó el psiquiatra: recuperar el sueño de manera natural.

Eso pasa por volver a lo básico: hábitos saludables, más ejercicio, cuidar los horarios de las comidas, reducir pantallas por la noche, practicar meditación… No es inmediato, pero sí más seguro.

Por lo demás, sigo afrontando mis frentes abiertos con serenidad. Esta experiencia me ha recordado que la línea entre la ayuda puntual y la dependencia puede ser muy fina. Y que la verdadera terapia, al final, está en aprender a confiar en uno mismo.