ANTI-TRADING
27.- La verdadera rehabilitación: más allá de dejar de jugar
En estas dos últimas semanas me he dado tiempo para observarme, reflexionar y tratar de entender un poco mejor cómo me voy encontrando día a día y por qué. Supongo que esto es fruto del tiempo que llevo desde que inicié la rehabilitación. El proceso, inevitablemente, te obliga a enfrentarte a ti mismo y a revisar cada una de las piezas que componen tu historia personal.
Recuerdo perfectamente las palabras que escuché en mis primeros pasos dentro de este camino, cuando intentaba explicar a otros ludópatas y familiares lo mío con la bolsa. La mayoría me respondía con algo así como: “todos los ludópatas somos iguales, lo único que cambia es el juego”. Y, sinceramente, esa frase nunca terminó de encajarme. De hecho, sigo sin compartirla, y es algo que tengo pensado hablar con mi psicóloga en la próxima cita.
A medida que he escuchado más testimonios en terapia, me he dado cuenta de que esa afirmación es demasiado simplista. Decir que “todos somos iguales” sin especificar a qué se refiere exactamente, carece de sentido. Yo no lo creo así. En mi opinión, lo que realmente tenemos en común es que somos adictos a un comportamiento, a una adicción sin sustancia que, en el fondo, funciona bajo los mismos mecanismos neuroquímicos: la dopamina, el ansia de recompensa inmediata, la necesidad de anestesiar el malestar. En este caso, es el juego de azar —o en mi historia particular, el trading— lo que provoca esas reacciones en nuestro organismo. Esa es la parte común. Pero todo lo demás es distinto. Cada caso es único.
La parte que no se cuenta en terapia
Y es justo esa parte diferente la que echo en falta en muchos testimonios dentro de las terapias de grupo. La mayoría de los compañeros suele repetir lo mismo: “estoy bien, estoy haciendo las cosas bien”. Pero rara vez se profundiza más allá. Casi nunca se habla abiertamente de deudas, de cuánto dinero se perdió en un solo día, de cómo nos sentimos realmente durante el proceso, de qué pasa por nuestra cabeza en los momentos críticos.
Personalmente, creo que dejar de jugar, en sí mismo, es relativamente sencillo. Basta con no ir a los bares, no acercarse a un casino, no apostar por internet y dejar que pase el tiempo. Fácil de decir, lo sé, pero esa parte —al menos para mí— no es lo más complejo. La verdadera dificultad empieza cuando uno se detiene a observar qué ocurre por dentro y por qué.
En qué circunstancias sentimos unas emociones u otras. Qué desencadena los pensamientos obsesivos. Cómo cambia nuestro estado mental según lo que estemos viviendo fuera del juego.
Mis últimas dos semanas: el espejo del estrés
En mi caso, estas últimas dos semanas han sido reveladoras. La sobrecarga de trabajo que tuve por la auditoría me desvió casi por completo de los pensamientos sobre la bolsa o incluso de las mismas terapias, que semanas atrás me obsesionaban. De repente, toda mi energía estaba puesta en que saliera bien la auditoría. El estrés positivo me empujó a dar lo mejor de mí, a rendir al 200% y a mantenerme activo incluso con poco descanso.
Fue como si mi mente hubiese encontrado un foco claro. Y ese foco, aunque agotador, me liberó de otras obsesiones. Cero pensamientos de bolsa. Cero obsesiones con la rehabilitación. Y me di cuenta de algo clave: tengo una enorme facilidad para los pensamientos obsesivos, pero estos van cambiando de objeto según lo que ocupe mi vida en ese momento.
Cuando tengo reuniones importantes, por ejemplo, paso horas —a veces días— reproduciendo en mi mente lo que dije, lo que me dijeron, lo que podría haber dicho mejor. Es como si mi cerebro funcionara a pleno rendimiento, almacenando información y después repitiéndola una y otra vez. Es agotador.
La noche después de la auditoría, pese a que había dormido muy poco en semanas, me encontré incapaz de relajarme. Intenté echarme una siesta y no pude. El zumbido mental seguía ahí, repitiendo escenas de la auditoría. Salí a pasear, escuché música, pero nada lograba calmarme. Solo encontré un poco de alivio dibujando, porque mi mente, aun cansada, se negaba a detenerse.
La verdadera rehabilitación está dentro
Y es aquí donde me doy cuenta de que la verdadera rehabilitación no es simplemente dejar de jugar. Eso, al final, es la parte más superficial del problema. Lo profundo está en aprender a gestionar la mente, entender las emociones, reconocer qué te activa, qué te desborda, qué te obsesiona.
Porque no todos funcionamos igual. No creo que lo que me ocurre a mí le ocurra a todo el mundo. Mi mente reacciona de manera exagerada ante ciertos estímulos, y ahora soy más consciente de ello. Ese es el primer paso: observar. El siguiente será aprender herramientas para manejarlo.
Y ahí está la clave. Esa es la rehabilitación real. No solo de un adicto, sino de cualquier persona que busque entenderse mejor y tener una vida más equilibrada.
Por eso escribo estos textos. Para recopilar todas estas reflexiones que rara vez se hablan en las terapias. Nadie me contó nunca cómo afrontar esta parte, ni siquiera el psicólogo o el psiquiatra. Y sin embargo, creo que aquí se esconde gran parte del origen de mi adicción: una mente que funciona con intensidad, para lo bueno y para lo malo, y la falta de herramientas para gestionarla.
Quizá esta sea la raíz de mis comportamientos a lo largo de la vida, el hilo invisible que conecta mis distintas etapas. Una mente poderosa, sí, pero sin dirección ni control, que termina buscando escapes peligrosos.
Hoy estoy convencido de que escribir, reflexionar y poner todo esto en palabras es también una herramienta más de mi rehabilitación. Y a la vez, un material valioso que más adelante servirá para el libro que quiero escribir. Porque al final, lo que realmente sana es comprender, aceptar y aprender a convivir con lo que somos.
Anti-Trading.com
© 2025. Todos los derechos reservados