3.- Reflexiones tras dos semanas de rehabilitación

Llevo solo dos semanas en proceso de rehabilitación. Dos sesiones de terapia de grupo, tres de autoayuda y dos individuales con mi psicóloga. Y, la verdad, estoy sorprendido. Siento que dentro de mí se están produciendo cambios muy importantes. No sé si es bueno o malo estar tan motivado tan pronto. Lo que sí sé es que lo estoy sintiendo. Lo estoy viviendo. Y quiero dejar constancia de todo esto.

Por eso nace este blog. Para documentar este proceso. Porque los cambios internos son tan rápidos y profundos que, si no los escribo, seguramente acabe olvidando cómo sucedieron. Igual que olvidé, o nunca supe ver, cómo pasé de ser alguien que simplemente quería mejorar su vida con el trading… a convertirme en un adicto a la bolsa, un ludópata. No entendía cómo había llegado hasta ese punto. Cómo me había roto tanto sin darme cuenta.

Así que esta vez no quiero olvidar. Quiero entender. Y quiero que, si este camino de reconstrucción personal puede ayudar a alguien más, este blog quede como testimonio.

Estos días ha aparecido en mí algo que llevaba años buscando: el perdón. El perdón hacia mí mismo. Mi mujer me lo había dicho varias veces: “Eres demasiado duro contigo. Tienes que perdonarte.” Pero no entendía cómo hacerlo. ¿Cómo se perdona uno a sí mismo después de haber destrozado tanto? Después de haber causado tanto daño a la gente que más quiere, no solo económicamente, sino emocionalmente. Por las mentiras, por las ausencias, por el deterioro personal.

Reconocer que tengo una enfermedad ha sido clave. La ludopatía no es solo un mal hábito. Es una enfermedad. Y cuando lo entiendes, el perdón empieza a parecer posible. Porque entonces ves que no eras un monstruo. No eras un cabrón egoísta que quería hacer daño. Simplemente estabas atrapado en una trampa. Perseguiste un sueño —vivir de la bolsa, cambiar de vida, salir de la frustración del trabajo— y, sin darte cuenta, acabaste cayendo en una adicción.

Ahora tengo esperanza. Me gustaría, con el tiempo, poder mirar mi trabajo con otros ojos. Descubrir que tal vez no es tan malo como creo, como me repiten todos los que me rodean. Pero hoy no estoy ahí. Hoy toca mirar hacia adentro. No hacia afuera.

Y sí, es más fácil empezar a perdonarse cuando uno entiende que no elegía jugar libremente. Que la ludopatía elimina esa libertad. Que te empuja a jugar, una y otra vez, aunque pierdas todo. Aunque te lo estés jugando todo.

Así que poco a poco, muy poco a poco, empiezo a perdonarme. Y creo que ese es un paso enorme para seguir adelante.

Ahora mismo estoy muy motivado con el cambio. Y no sé si eso es bueno o malo. En mi caso, la abstinencia no me está resultando difícil. No porque sea más fuerte o más listo que otros. Simplemente porque no tengo dinero. No puedo jugar. Así que, como le digo a mi psicóloga y a mis compañeros en terapia: el verdadero reto será cuando vuelva a tener dinero. Ahí empezará una etapa muy distinta.

Es como si a un adicto a una sustancia lo metes en una isla donde esa sustancia no existe. Claro que puede pasar la abstinencia. Puede sentirse bien. Puede pensar que ya está curado. Pero ¿qué pasará el día que lo traslades a una isla donde esa sustancia sí esté? ¿Cómo reaccionará entonces?

Eso es lo que me preocupa. Qué pasará cuando el entorno cambie. Y por eso tengo claro que no puedo irme de la terapia cuando crea que ya estoy “bien”. Porque “bien” no es un lugar al que se llega. Es un proceso que hay que cuidar. Y mantenerse en terapia es lo que puede marcar la diferencia entre recaer o no hacerlo.

No quiero cometer el error de pensar que puedo enfrentarme solo a esa etapa. Porque no sería valentía, sería autoengaño. Esa fase, la del dinero en el bolsillo, será otra lucha, distinta a la de ahora. Y si no estoy preparado, me puede volver a arrastrar.

Así que termino esta reflexión con una idea clara: no quiero ponerle fecha de caducidad a la terapia. No quiero verla como algo temporal. Ojalá esta asociación, este espacio seguro, este refugio, se quede en mi vida para siempre. Primero para seguir sanando. Y más adelante, si el camino me lleva ahí, para ayudar a otros. Como hacen ahora los compañeros veteranos, los que llevan más de diez años en la asociación. Si siguen aquí, será por algo.