32.- Cuando la mente te atrapa

Este fin de semana escuché un podcast que me dejó pensando durante horas. Entrevistaban a Davide Morana, un chico italiano que, tras sufrir una meningitis, perdió las cuatro extremidades. Su historia es impactante. De la noche a la mañana pasó de tener una vida normal a enfrentarse a algo que a cualquiera podría haber destrozado.


Y, sin embargo, cuando le escuchas hablar, no hay rastro de victimismo ni amargura. Hay fuerza. Hay aceptación. Hay vida.

Me impresionó la serenidad con la que se expresa. Esa claridad solo puede venir de una mente que ha aprendido a enfocarse en lo esencial. En lugar de quedarse atrapado en el “¿por qué a mí?”, decidió mirar hacia adelante. Y eso me hizo pensar en lo poderosa que puede ser una mente sana y enfocada. Con una mente así puedes conseguir casi cualquier cosa. Pero llegar a tener una mente sana no es nada fácil.

Yo llevo tiempo sintiendo que mi mayor batalla no es contra el juego, ni contra el trading, ni contra el dinero. Es contra mi propia mente. Porque cuando es la mente la que te atrapa, todo se vuelve confuso. No hay un enemigo claro al que enfrentarte. Eres tú mismo luchando contra pensamientos, emociones y patrones que llevan tanto tiempo ahí que parecen parte de ti.

Lo más difícil es darse cuenta de que estás atrapado. Pueden pasar años antes de verlo. Te acostumbras a vivir con la ansiedad, la culpa o la sensación de vacío. Te acostumbras a huir de lo que sientes. Y cuando finalmente logras ver que algo no va bien, llega el paso más duro: romper con todo eso.

Romper no es nada fácil. Significa desaprender lo que llevas toda una vida creyendo. Significa enfrentarte a tus miedos sin anestesia. Significa mirar dentro y aceptar cosas que duelen. Yo estoy en ese proceso, y aunque siento que avanzo, también hay días en los que me parece que no me muevo del sitio.

Escuchar a Davide me hizo reflexionar sobre mis propias limitaciones. En su caso, perdió algo físico, visible. En el mío, lo que está dañado no se ve, pero pesa igual. Son mis pensamientos, mis inseguridades, mis carencias emocionales… y sobre todo, esa voz interna que tantas veces me sabotea.

La realidad es que no nos enseñan a entender qué significa “salud mental”. Cuando pensamos en enfermedad mental, solemos imaginar casos extremos, personas con comportamientos que los demás consideran anormales. Pero para quien lo vive, esa es su normalidad. No siente que esté enfermo; simplemente vive su realidad como puede.

Por eso digo que la mente puede atraparte por completo. Cuando en tu vida no haces cosas extrañas, los demás no perciben nada. Desde fuera pareces una persona normal. Pero dentro se libra una batalla silenciosa: impulsividad que no puedes frenar, cambios de humor que ni tú mismo entiendes, vacíos que duelen sin motivo, emociones intensas que no sabes gestionar ni de dónde vienen.

Desde fuera, los demás solo ven a alguien que a veces está triste o enfadado. Te dicen que es normal, que a todos les pasa. Que no te gusta tu trabajo, que estás cansado, que no te conformas con tu pasado. Todo es “normal”. Y sí, quizá tengan parte de razón. Pero lo que no se comprende es que hay desequilibrios mentales que viven justo en esa línea invisible entre lo normal y lo que ya no lo es.


Una persona sana no debería tener una guerra interna constante.

El problema es que ni tú mismo te ves como enfermo. Te ves como alguien exagerado, demasiado sensible o que se toma las cosas con demasiada intensidad. Y mientras tanto, la mente sigue atrapándote con sus trampas.

Creo que en las enfermedades físicas es diferente: puedes ver los avances, sentirlos, medirlos. Pero en lo mental todo es más difuso. Los progresos son internos, y muchas veces invisibles. Quizá tu psicólogo los note antes que tú, pero desde dentro la sensación es que todo sigue igual, o que mejoras muy poco.

Aun así, quiero pensar que los cambios están ahí, aunque sean lentos. Como Davide, que se propuso volver a caminar y rehacer su vida con prótesis en sus cuatro extremidades, yo también quiero enfocarme en mis propios objetivos: superar mis carencias emocionales, aceptar mi pasado, sanar mis heridas, cancelar mis deudas y mantenerme lejos del juego.

Porque, igual que él, estoy convencido de que cuando pones toda tu energía, tu mente y tu corazón en algo, y de verdad lo haces con todo tu ser, los resultados llegan.


Quizás no cuando uno quiere, ni del modo que imagina, pero llegan.

Y eso es lo que me repito cada día: aunque mi mente todavía me atrape, sigo caminando hacia mi libertad.

Ya no busco la ansiada libertad financiera, que fue lo que perseguí insistentemente en el pasado, y de lo que tanto se habla en las redes sociales. Ahora busco la libertad mental, un concepto que ha aparecido en mi vida recientemente, en el momento en que he aceptado que estoy atrapado por mi propia mente.