37.- Solo hace falta un “click” mental para que todo cambie

Solo hace falta un “click” mental para que todo cambie. Un pensamiento que nazca en tu cabeza y al que le prestes la atención suficiente, para que poco a poco vaya cobrando fuerza y te liberes del secuestro mental de otros pensamientos más poderosos que ese, pero que te están llevando por una vida que no deseas. Las personas que tenemos algún tipo de trastorno como el TDAH, o simplemente una personalidad muy impulsiva y emocionalmente intensa, a veces no podemos controlar esos impulsos. La gente con algún tipo de adicción tampoco puede dejar de hacer ciertas cosas aunque lo intente con todas sus fuerzas.

Hasta que un día, sin saber muy bien por qué, tu cabeza hace “click”. Y los motivos pueden ser muy diferentes: puede surgir de forma espontánea, en una conversación con alguien, en terapia, leyendo, viendo un vídeo, escuchando un podcast… da igual. Pero es un momento mágico. De repente te das cuenta de que tu mente ha estado secuestrada por completo, actuando de una forma que en realidad no te gusta, y que no tenías por qué actuar así. Sin embargo, algo dentro de ti, algo que no podías controlar, te arrastraba hacia allí sin poder evitarlo.

Después de ese “click” llega un periodo extraño —en el que me encuentro yo ahora mismo— en el que conviven las viejas creencias y comportamientos con una nueva conciencia que antes no existía. Es como si dentro de ti apareciera un observador silencioso, un personaje que mira todo desde fuera y se da cuenta mucho más que antes de lo que ocurre. Observa cómo las emociones te siguen dominando, cómo reaccionas ante los estímulos, pero ya no con la misma ceguera. Es una sensación extraña, pero también muy liberadora. Ese personaje poco a poco va cobrando fuerza, y con el tiempo recuperas la capacidad de decidir en situaciones complejas, con alta carga emocional, que antes se te escapaban de las manos.

Creo que empezar a dominarse a uno mismo, el comprobar que eres capaz de controlar situaciones que antes se te iban de las manos y después te hacían sentir mal por culpa o arrepentimiento, es una sensación de empoderamiento casi indescriptible. En mi caso, de pronto he empezado a reservar más momentos del día para mí, para estar tranquilo. He dejado de vivir a doscientos por hora para todo el mundo, dejándome a mí para el último lugar. Estaba tan acostumbrado a sentirme mal a nivel emocional que pensaba que no existía otra forma de estar. Es una sensación muy difícil de explicar para alguien que no haya vivido esta situación.

Ahora no es que esté bien todos los días… de hecho, la mayor parte del tiempo sigo bastante regular. Hay un porcentaje mayor de días en los que me siento mal que de días en los que me siento realmente bien, pero confío en que poco a poco esto vaya cambiando. Incluso en los días malos, he aprendido a reconocer los pequeños avances que hago cada día. Solemos enfocarnos en lo exterior, en lograr la felicidad a través de cosas externas, en marcarnos objetivos materiales. En mi caso, el objetivo más importante que me he propuesto es seguir conociéndome y trabajando mi gestión emocional. Sé que eso es lo que, con el tiempo, me permitirá dejar definitivamente el juego.

Para quienes sufran una adicción —al juego o a cualquier otra cosa— recomiendo adoptar esta postura: esforzarse en estar bien con uno mismo. Buscar actividades para hacer cuando no tienes nada que hacer, porque la sensación de vacío para un adicto es insoportable. Es un espacio peligroso donde la mente empieza a generar todo tipo de pensamientos irracionales y destructivos, basados en la vergüenza, la culpa, el arrepentimiento y el miedo.

Sobre todo en los primeros meses hay que aprender a dominar la mente, que lo único que intenta es conseguir dopamina. Muchas de las cosas del día a día no te van a aportar esa dopamina inmediata a la que estabas acostumbrado, y eso te hará sentir mal. Es normal. En los primeros meses hay que esforzarse mucho, porque con la adicción se producen cambios reales en el cerebro, en los circuitos de recompensa, y eso tarda tiempo en restablecerse. Pocas cosas te generan placer al principio, y te sientes amargado, sin ganas de hacer nada. Pero incluso así, hay que actuar.

Haz cosas. Lee buenos libros, escucha música, sal a andar o a hacer ejercicio, queda con gente, pero no te quedes solo con pensamientos obsesivos. Con el tiempo verás que cada vez son menos los días en los que la mente se llena de ruido. Y si detectas uno de esos días raros en los que no paras de darle vueltas a todo, actúa. Dale a tu mente algo en lo que concentrarse. Cualquier actividad que requiera atención es una gran herramienta.

Es un proceso interno duro, pero con una recompensa enorme. No es una gratificación instantánea como antes. Es una gratificación que va llegando poco a poco, pero que cuando mires hacia atrás, solo con recordar lo que has superado, te generará dopamina. Y esto no es una metáfora: los estudios lo demuestran. Cuando uno consigue algo valioso con esfuerzo, con constancia, pasado el tiempo, al recordar el camino recorrido, el cerebro libera dopamina. Es increíble, pero así es.