4.- Trading y dopamina: una adicción difícil de explicar

La última terapia a la que asistí fue distinta. Esta vez, el moderador no era un terapeuta profesional, sino un familiar de una persona con problemas de ludopatía. Alguien con carácter, con mucha facilidad de palabra, de esos que conectan rápido con la sala y se hacen notar desde el primer momento. Su forma de dirigir la sesión fue cercana, con un toque de humor y una clara intención de relajar el ambiente.

Cuando llegó mi turno, hice un resumen rápido de mi historia para quienes no me conocían. Después de escucharme, el moderador soltó un par de comentarios que me hicieron reaccionar: “Tú querías ser un tiburón…” y “Deberías olvidarte de ese sueño y pensar más en tus hijos”.

Puede que no lo dijera con mala intención. Quizá quiso hacer una gracia o simplemente dar el mejor consejo que se le ocurrió en ese momento, desde su propia perspectiva.

Reconozco que, de algún modo, hirió mi ego. Respondí a la defensiva, dejando claro que mi familia es lo más importante para mí. Que, precisamente por ellos, estoy en este proceso. Le dije que ahora no opero porque no tengo dinero, pero lo que me preocupa es qué pasará el día que vuelva a tenerlo. Porque, después de tantos años persiguiendo un sueño, con mucho conocimiento adquirido y tras haber sido capaz de ganar dinero en los mercados… me da miedo volver a cruzar la línea. Me da miedo que, en un momento de debilidad, se active de nuevo ese modo ludópata que tanto daño me ha hecho.

Sus palabras me dejaron pensando.

Es muy difícil explicar esta adicción a alguien que nunca ha operado en los mercados.

Porque esto no va solo de ganar o perder dinero.

Durante años operé en bolsa. Y cuando lo hacía con acciones, sin apalancamiento y a medio o largo plazo, era capaz de mantener la calma. De seguir un sistema. De tomar decisiones racionales.

Pero esa parte tranquila no me bastaba.

Tarde o temprano, volvía al trading a corto plazo, con productos apalancados como opciones o futuros. Y ahí todo cambiaba. Las emociones se disparaban. La adrenalina subía. Y ya no era yo quien decidía. El autocontrol se esfumaba. El sistema quedaba en un segundo plano. Empezaba el juego psicológico.

Y, una y otra vez, me autosaboteaba.

¿Por qué?

¿Por qué repetir un patrón que sabes que te destruye?

He empezado a pensar que quizá no es solo un problema de estrategia. Quizá hay algo más profundo. Tal vez existe una adicción química o emocional a las sensaciones que genera ese tipo de operativa.

Cuando operas en corto plazo con apalancamiento, el cerebro entra en otra dinámica. El cortisol, la adrenalina, la dopamina… todo se activa. Y si tienes una personalidad impulsiva o tendencias adictivas, puede que no estés enganchado al dinero, sino a esa intensidad emocional.

Es como una droga.

Una droga que fabricas tú mismo, cada vez que haces clic en “comprar” o “vender”. Cada vez que ves la pantalla moverse con violencia. Cada vez que te lanzas al mercado con la falsa ilusión de control.

Entonces, ¿el problema es el trading?

No necesariamente.

El problema es cómo lo vives tú. Cómo lo utiliza tu mente para llenar vacíos, para buscar una descarga emocional, para escapar de algo más profundo.

Volviendo a la terapia, hoy veo que el comentario del moderador no fue un ataque. Fue simplemente el reflejo de una gran brecha de comprensión entre quienes han vivido esta adicción desde dentro… y quienes la observan desde fuera.

Y por eso sigo escribiendo aquí.

Porque no es tan fácil como decir “deja de hacer trading”.

Porque muchos sí sabemos operar.

Pero eso no basta si no entiendes por qué no puedes dejar de hacerlo… incluso cuando te destruye.