43.- Dudar de uno mismo

Esta mañana hablaba con mi hermano, una de las pocas personas que saben que me encuentro en un proceso de rehabilitación. Me preguntó cómo lo llevaba, y terminé explicándole algunas cosas sobre las terapias, sobre cómo funciona el cerebro con la dopamina, y sobre las conclusiones a las que estoy llegando a lo largo de este proceso.

Durante la conversación llegamos a una frase que me ha dado mucho que pensar:
“No sé si realmente tengo una adicción o simplemente no he sabido parar por cómo soy en realidad.”

Esa duda me acompaña desde hace tiempo. Me cuesta saber si lo mío ha sido una adicción inconsciente, o una elección consciente que se me fue de las manos. No tengo la respuesta. Lo que sí puedo ver con claridad son las consecuencias devastadoras de mis decisiones. Pero detrás de lo que se ve, hay mucho que no se ve. Y eso es lo que más me inquieta: el por qué.

¿Por qué lo hice?
Nunca he querido nada exclusivamente para mí. Todo lo que he hecho —o al menos así lo justificaba— era para dar lo mejor a mis hijos. Soñaba con comprar un chalet, con darles estabilidad y con alcanzar esa llamada libertad financiera que me permitiera dejar un trabajo que no me hacía feliz. Sí, tal vez ahí había algo de egoísmo: quería tiempo para mí, para dedicarlo a otras cosas que me llenaran más, y creí que el trading podía ser el camino.

El problema, si es que puedo llamarlo así, es que no sé rendirme. Tengo una enorme capacidad de resistencia al sufrimiento. Cada vez que caigo, me levanto. Pero también, cada vez que me levanto, tiendo a volver a intentarlo. Y esa perseverancia, que puede ser una virtud, se convirtió en una trampa cuando empecé a endeudarme para intentar mantener mi casa a flote.

Mi mente veía lógico —incluso sensato— invertir parte del dinero prestado para recuperar lo perdido y devolver el préstamo. Y así me metí en un círculo vicioso del que no era consciente. Luego llegó la mala suerte, unida a una etapa de ansiedad terrible por problemas laborales, y terminé asumiendo riesgos que ahora me resultan incomprensibles.

Hoy sigo dudando. No sé si lo que me ocurre es ludopatía bursátil, o si simplemente perdí el control de algo que me apasionaba. Pero, como le decía a mi hermano esta mañana, por mi propio bien necesito dejarme llevar por este proceso. Necesito mantenerme alejado del trading y de esa búsqueda constante de dopamina que ha moldeado mi cerebro durante años.

Porque, consciente o inconscientemente, mi exposición diaria y prolongada a ese tipo de estímulos ha modificado mi circuito de recompensa. Ya casi nada me satisface. Es una sensación real y muy difícil de explicar. Por eso, ahora me interesa este proceso de autoconocimiento y desintoxicación, no solo del juego o del trading, sino de la dopamina misma.

También estoy en plena tramitación de la Ley de Segunda Oportunidad. Es, literalmente, un intento de empezar de cero.

Tal vez mi duda —si esto es o no una adicción— forme parte de la propia enfermedad. Tal vez sea la adicción la que me hace dudar de todo. O tal vez simplemente sea yo, intentando comprenderme desde un lugar más honesto.

No lo sé.
Pero lo que sí sé es que necesito seguir caminando, aunque no tenga todas las respuestas.