49.- Al que madruga, Dios le ayuda

No sé si será cierto o no, pero es lo que me repito cada vez que me desvelo y noto que no voy a ser capaz de volver a conciliar el sueño. Ya me sucedió hace un año y soy consciente de que volverá a pasar, probablemente estos días o estos meses. Habrá noches en las que me sienta inspirado y me levante a escribir, porque es el único momento del día en el que hay silencio en casa, la única hora en la que encuentro la calma necesaria para concentrarme.

Y, aunque sea una etapa difícil, el cuerpo te da la energía suficiente cuando lo que haces nace del alma.

Escribir un libro como el que estoy escribiendo no es nada fácil. Implica mirar hacia dentro, observar las heridas más profundas y, lo más complicado de todo, atreverse a compartirlas con el mundo. Eso sí que cuesta. La mente empieza a imaginar lo que pensarán los demás: “¿estará exagerando?”, “¿de verdad fue para tanto?”. Pero eso no importa. En el mundo interior, no cuenta si algo es importante o no para los demás, sino cómo lo vives tú.

Porque cuando sufres —aunque sea por cosas que para otros parezcan insignificantes— el dolor es real. Y las heridas no se curan diciéndote que no pasa nada, sino entendiéndolas, aceptándolas y perdonándote, incluso por sufrir. No elegimos cómo sentimos. Es parte de nuestra naturaleza, de nuestra personalidad.

Por suerte o por desgracia, tengo la que tengo. Siento las emociones con una intensidad enorme. Los test psicológicos y psiquiátricos lo definen como personalidad tipo límite inestable. A mí, la etiqueta me da igual, pero reconozco que de algún modo me alivia saber que lo que siento tiene un nombre, que la ciencia lo reconoce.

Hoy estoy feliz. Feliz por haber iniciado la escritura del libro que llevo tanto tiempo intentando sacar de dentro. No tengo prisa. Han pasado cinco años desde que empecé a sentir la necesidad de hacerlo, pero no podía.

Creo que las terapias están dando su fruto, que algo dentro de mí está sanando, como me dijo mi psicóloga el último día. Y eso me está permitiendo, por fin, estar preparado para afrontar este reto.