ANTI-TRADING
58 .- Pura magia
Son las 4:30 de la mañana y acabo de terminar de solucionar una "pequeña catástrofe doméstica".
Hoy es uno de esos días donde se demuestra la forma en que uno entiende la vida y las cosas que le pasan.
Es de esos días que me encantan, porque hay muchas posibilidades:
una de ellas sería maldecir lo que acaba de suceder,
otra es la que estoy haciendo ahora, y que a mí me encanta.
Tras unos minutos de reflexión mientras terminaba de recoger el desastre, pensé en hacer lo que más me gusta en estas situaciones: plasmarlo en palabras.
Justo ayer, segundo día de meditación matinal consecutivo en este intento de convertir la meditación en rutina diaria, puse una meditación guiada sobre el agradecimiento.
Apenas 20 minutos de meditación para empezar el día, en la que te invitaba a dar gracias por tener el cuerpo que tienes, por tener todos tus sentidos, etc. Y de veras lo sentí, lo agradecí, más aún cuando hace unas semanas terminé de leer el libro de Davide Morana (está en el listado de recursos recomendados de este blog).
Hoy la gratitud ha sido con los ojos abiertos, no meditando.
Se me ocurrían muchas cosas por las que dar las gracias: lo primero por haber ocurrido el desastre estando yo en casa, porque si hubiera sucedido estando todos ausentes se habría liado muy gorda; lo segundo por tener la capacidad física de detectar y procesar sonidos aun estando dormido.
Eso que a veces maldigo porque no puedo dormir del tirón y me despierto a la mínima, hoy me ha permitido salvar un buen desastre.
Casualmente ayer, antes de dormir, me tomé 3 pastillas de 1 mg de melatonina.
Había tenido un día muy intenso y, pese a cenar bien pensando que eso me ayudaría a dormir (tengo que estudiar esto porque va en contra de lo que se supone que debe ser… yo no puedo dormir con el estómago vacío), ayer intuía que no iba a descansar nada por el día tan intenso que había tenido.
Tras las pastillas estuve leyendo una hora para que hiciesen efecto y me metí en la cama.
A las 4 de la mañana me he despertado.
Yo duermo en una habitación donde caldera de gas está justo al otro lado de la pared exterior, en la terraza. Estoy acostumbrado a escucharla encender y parar cuando arranca la calefacción.
Es un ruido muy sutil y en mi casa rara vez arranca por la noche, salvo que haga mucho frío, y lo hace a las 6 de la mañana aproximadamente, hora en la que ya toca despertar.
Así que muchos días es la caldera y no el despertador lo que me pone en pie.
Pues bien: hoy sonaba un ruido distinto.
No más fuerte, solo diferente.
Y he pensado: qué raro que mi mujer se esté duchando tan pronto (yo tenía puesto el despertador a las 5:45).
Tras un par de minutos desorientado, hasta recobrar la capacidad de analizar la situación, pegué un salto de la cama recordando que el día anterior había visto deteriorado uno de los manguitos de la bañera, uno de esos de goma recubiertos de metal.
Recuerdo que mientras bañaba a los niños pensé: mañana lo cambio sin falta.
Nada más abrir la puerta de la habitación, efectivamente pude ver que mi intuición era acertada: el agua ya asomaba por el pasillo.
Eché a correr a cerrar la llave de paso del agua.
Vivo en un tercer piso y esa llave está en el sótano del edificio… así que quien no hace deporte es porque no quiere, siempre lo digo.
Escaleras abajo corriendo y después a recoger todo el desastre lo antes posible, porque mi pasillo es de parquet.
Intenté recoger el agua con la fregona, y vi que era imposible ( como me acordé de los de la DANA... como para quejarse ahora por un par de centímetros de agua en el baño ), así que fui a por un montón de toallas que fui echando al suelo, y después a centrifugar en la lavadora.
Agradezco a esas partes del cerebro que me hacen ser tan ingenioso cuando se necesita y también a la que me hace decidir tan rápido.
En eso, queridos amigos, participa nuestra amiga: la amígdala.
Precisamente quería hacer un artículo sobre ella, pero lo haremos otro día…
Tras media hora recogiendo agua, me puse a agradecer, como ya he mencionado: por estar en casa, por esa capacidad de alerta incluso dormido, afinada desde el nacimiento de mi primer hijo.
A veces me sorprende porque puedo despertarme simplemente con que se encienda una luz en el pasillo si la puerta está abierta.
La piel detecta la luz… y supongo que los ojos también aunque estén cerrados.
En cinco minutos mi cabeza empezó a montarse su película , que daba para un artículo y el siguiente pensamiento fue:
Bueno, escribo un rato y después leo un libro que me tiene enganchado.
No hay mal que por bien no venga.
Hace un par de sesiones le decía a mi psicóloga que siempre he pensado que tengo mucha suerte.
Me han pasado muchas cosas increíbles en la vida.
Ya iré contando muchas de ellas en artículos o en mis libros.
Algunas son tan impactantes que parecen inventadas, pero son verdad.
El año pasado tuve el mismo manguito deteriorado justo dos días antes de irnos de vacaciones.
No encontraba la pieza y tuve que hacer apaños.
Al irme cerré la llave general del agua porque sabía que podía pasar esto.
Hoy pienso en qué habría sucedido si esa goma se rompe estando fuera…
o si se rompe hoy pero unas horas después, cuando ya no hay nadie en casa...
o si en vez de melatonina hubiera tomado zolpidem, como hace unos meses....
Hoy he tenido suerte.
Y estoy muy agradecido.
No quiero cerrar este artículo sin reflexionar en algo:
muchas veces no agradecemos lo que tenemos o nuestras cualidades porque no sabemos para lo que sirven.
A veces maldecimos nuestra vida, nuestro trabajo, lo que nos pasa, sin ver lo bueno que hay detrás.
Yo odié mi trabajo durante años. Ahora lo valoro muchísimo.
Me permite priorizar a mis hijos, me da flexibilidad.
Me frustra a veces, sí… pero me sostiene.
Esa misma hipersensibilidad que me frustra a veces y no me deja descansar bien por las noches es la que me despierta ante el peligro.
La que convierte una fuga de agua en un texto.
La que transforma caos en reflexión.
La que me permite sentir el mundo con intensidad.
La amígdala que me arrastró al más profundo desastre en el trading, y que tantas veces secuestró mi capacidad para tomar decisiones racionales, hoy me protege ante el peligro.
Ese rasgo que tantas veces maldigo es el que me salva en otras ocasiones.
Podría haber elegido cualquier título para este artículo.
Pero el que más me gusta es este, porque hoy lo siento de verdad:
LA VIDA ES PURA MAGIA.
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