62.- Con los pies en el suelo

En la última sesión, mi psicóloga me puso una tarea: intentar recrear un paisaje mental al que acudir cuando las cosas no vayan bien. Me dijo que podía ser, por ejemplo, una playa o una montaña. La idea no era solo visualizarlo, sino recrear sensaciones: sonidos, colores, olores, hasta la temperatura.

Después de una semana intentándolo, no he sido capaz.

Sí, puedo imaginar con mi mente una playa o una montaña, pero no consigo llegar a sentir esas sensaciones como ella me dice. Sin embargo, lejos de frustrarme, estos intentos fallidos me han servido para darme cuenta de algo importante.

Tras la agitación mental de los últimos días, he entendido que mi cabeza no siempre está en el estado perfecto para hacer ciertas cosas. No le puedo pedir a mi mente que recree un lugar de paz cuando mi cerebro está en modo "lucha o huida". Es como pretender saltar con los pies anclados al suelo: no te vas a mover. Primero tienes que liberarte los pies, y entonces podrás saltar.

Esta mañana me desperté con la sensación de haber descansado algo más, aunque sigo durmiendo pocas horas. Noté que mi mente me permitía abordar mejor este ejercicio, pero sigo sin tener clara su finalidad. Hablaré con ella en la próxima terapia, porque sinceramente no creo que pueda recurrir a este "refugio mental" cuando esté agitado. Para mí, es más útil centrarme en la respiración para calmarme que intentar forzar una visualización.

No está mal darse cuenta de cómo funciona mi propia cabeza y, sobre todo, asumir que no todo vale para todos. Ni en rehabilitación, ni en la vida en general.

Si tuviera que definir cómo me encuentro a día de hoy, diría que tranquilo. Noto cómo voy superando esa tristeza generalizada que me acompañó durante más de un mes. Tengo una sensación extraña de alivio al no tener que mirar la cuenta corriente a diario, simplemente porque sé que tengo dinero para pasar el mes.

Por otro lado, me he ido acostumbrando a la multitud de llamadas de los bancos y a no atenderlas. Reconozco que me agobia un poco que mis abogados todavía no hayan presentado la demanda de la Ley de Segunda Oportunidad, lo que aumenta la posibilidad de los embargos. Sin embargo, mi mente va aceptando poco a poco el hecho de que, aunque lleguen los embargos, podré aceptarlo como parte del proceso. Estoy satisfecho por la forma en que estoy llevando esto; reconozco mi esfuerzo y creo que lo estoy afrontando con serenidad.

Donde más me cuesta es en la parte de "rascar" en las terapias individuales, en descubrir qué es eso que me hace sentir mal con mi pasado. El problema no es que no quiera ir a las profundidades —lo intento—, es que no tengo ciertos recuerdos y me cuesta mucho. El otro día mi psicóloga reconoció que debe ser muy duro intentar recordar la infancia y no lograrlo. Sigo intentando, pero aún no consigo ver lo que quiero.

Y luego está el mecanismo interno de la adicción. Hay algo dentro de mí que sé que aún no ha cambiado. No consigo ver el trading como mi psicóloga y los que me rodean quieren que lo vea. Sigo viendo todo lo que ha pasado como responsabilidad mía, más que como una enfermedad. Y no sé si ese pensamiento es, en sí mismo, la enfermedad.

Es difícil de explicar. Muchos compañeros (y yo mismo he tenido algún momento de pensar así), cuando se cuelgan la etiqueta de "enfermos", sueltan por completo la mochila de la culpa. Decir que todo esto lo has hecho porque estás enfermo, en cierta parte, te libera. Pero yo no lo siento así. Me siento responsable y siento mucha culpa.

Supongo que poco a poco iré avanzando. Es un proceso.