ANTI-TRADING
65.- Lo que siento cuando no sé qué siento
Ayer tuve doble sesión. Por la mañana tenía terapia con mi psicóloga y, por la tarde , acudí a un taller de emociones. En la terapia individual, mi psicóloga me preguntó si podía entrar otra psicóloga que estaba en prácticas para escuchar la sesión. Le dije que no; ya es la tercera vez que me pasa. En realidad no me importa demasiado, qué más da… Es cierto que no es lo mismo que me escuche mi psicóloga, que ya me va conociendo, a que entre otra persona: tengo que esforzarme más para que entienda lo que quiero explicar en apenas una hora. Pero, por lo demás, es lo mismo. Además, siempre he pensado que la gente que está en prácticas tiene que aprender en algún momento. Todos hemos aprendido alguna vez; es algo normal.
En la terapia hablé de cómo habían ido los últimos 15 días, de cómo me voy conociendo mejor. Pero una cosa es conocerse y tratar de gestionarse, y otra muy distinta es poder elegir lo que te pasa… No podemos elegir lo que nos ocurre; solo podemos controlar cómo lo gestionamos. Y estos últimos 15 días fueron complicados: por las cosas del día a día, y porque me va la marcha. Por mi forma de ser, suelo meterme en más problemas de los que me gustaría. No soporto las injusticias y me produce más dolor quedarme impasible que actuar, aunque actuar luego me suponga quebraderos de cabeza.
Mi psicóloga me lo dijo claro: debo aprender a convivir con esto. Y convivir con ello implica lidiar después con mi cabeza, con esos pensamientos intrusivos y rumiaciones que me acosan durante un par de días… pero luego se van. Y, al menos, voy cogiendo el truco.
Este fin de semana fue bastante malo. Vi cómo se me iban acumulando las cosas… como un vaso de agua que se va llenando, y llega un momento en el que se desborda. Supongo que, trabajando la gestión emocional y el autocontrol, consigues que ese vaso aumente su capacidad y, por otro lado, aprendes a ver que se está llenando antes de que rebose. A mí se me sigue desbordando, pero al menos lo veo venir. Y ese “verlo venir” ya es algo que me permite actuar.
Mi psicóloga me recordó que tengo muchas herramientas, pero la verdad es que aún siento que no son suficientes: no todas sirven para cualquier situación. Este fin de semana, por ejemplo, cuando notaba que el vaso se desbordaba, tenía una sensación muy clara de querer huir… huir de mi propio cuerpo. Malestar físico en el estómago, en el pecho, la cabeza totalmente nublada, incapaz de relajarme, incapaz de concentrarme. Y, para colmo, tenía que estar con los niños y no tenía energía ni para hacer ejercicio ni para estar plenamente con ellos. Lo único que me sirvió fue ponerme alguna película y dibujar. Eso, al menos, calmó mi mente durante un rato.
Cualquiera podría pensar que pierdo el tiempo dibujando o viendo una película… pero no son conscientes de que, para mí, lo valioso no es el dibujo ni la película, no es el resultado del dibujo ( eso esta claro para cualquiera que lo observe ) , sino que consigo parar la mente, detener esos pensamientos intrusivos y, a partir de ahí, lograr un pequeño descanso (más o menos).
Sigo avanzando, sumando herramientas y poniéndolas en práctica. Reconozco que voy progresando bastante, pero aún me queda camino. Solo llevo cinco meses, y se supone que este proceso de rehabilitación completa dura unos dos años. Me alegró escuchar que voy bien. Mi psicóloga y su ayudante comentaron que, por los avances, parece que llevara más de cinco meses. Y me dijeron otra vez que estoy haciendo un trabajo enorme… Debe de ser que no todo el mundo lo hace así; no lo sé. Yo, desde luego, estoy volcado con mi proceso de rehabilitación.
Sigo sin entender muchas cosas de mí mismo, de las reacciones del cuerpo, del propio cerebro… pero reconozco que cuanto más investigo, más leo y más me observo, más me fascina. Así que no es un trabajo que me desagrade por completo.
Otra de las conclusiones de la sesión es que empiezo a entender por qué el trading me servía como vía de escape. Me desviaba la atención: de lo que me preocupaba, a los gráficos y las operaciones. Esa sensación que tuve este fin de semana de querer moverme, de escapar, de disparar adrenalina… antes la calmaba operando o mirando gráficos. Ahora lo veo con claridad.
Y cuando las situaciones se me acumulan y no consigo descansar, siento cómo entro en una espiral: las sensaciones desagradables (físicas) se van acumulando y llega un punto en el que ya no las quieres sentir y necesitas romper ese malestar como sea. Voy encontrando herramientas, pero aún me faltan. Porque, en esos momentos, no me sirven ni las respiraciones ni los paisajes mentales: necesito movimiento.
Este fin de semana descubrí eso: que un disparo de adrenalina me saca de ese estado físico tan desagradable. En mi caso, ese disparo vino tras una discusión con mi mujer. Después de discutir, me dormí un par de horas (después de comer) y, al levantarme, esa sensación de malestar había desaparecido.
No es que buscase esa discusión, ni mucho menos, pero como le dije a mi psicóloga: para bien o para mal, estoy analizando mis sensaciones físicas y mis emociones para entenderlas, para ver cómo funciona mi cuerpo y aprender a actuar de otra forma, poco a poco, para no sufrir tanto.
Porque, aunque no lo parezca, detrás de todo lo que escribo hay mucho sufrimiento, mucho desgaste, mucho cortisol, la amígdala en alerta constante… Y eso no es nada bueno: literalmente disminuye la calidad de vida y los años de vida.
Mi psicóloga me recomendó que la próxima vez hable claramente con mi mujer. La explique que necesito salir a hacer algo, a hacer deporte o lo que necesite . Tomar mi espacio. Satisfacer esa necesidad que mi cuerpo pide a gritos y no reprimirlo, porque terminare explotando. Porque son muchas responsabilidades las que tengo en mi día a día, mucho estrés con todo este proceso de rehabilitación, con las deudas, con los niños, y mi cuerpo no está en el mejor estado posible para sostener toda esta presión. No es debilidad reconocer que las cosas me desbordan. Es autoconocimiento, autocuidado. Reclamar mi tiempo y mi espacio, es gestionar mejor las cosas y eso repercute en un mejor estado para soportar después todo lo que venga.
En eso consiste la rehabilitación, en aprender todo esto. En hacer pequeños ( o grandes ) cambios.
La buena noticia es que se puede cambiar. Se puede modificar el cerebro cambiando hábitos, como decía Ramón y Cajal: ser escultor de uno mismo. Pero esto no ocurre solo: requiere trabajo. Y ese trabajo es el que estoy haciendo yo ahora: observar, escribir, hablar con mi psicóloga, probar cosas nuevas, ver lo que funciona y lo que no… y tratar de convertirme en la persona que quiero ser.
Anti-Trading.com
© 2025. Todos los derechos reservados