ANTI-TRADING
67.- INICIO DEL 6º MES DE REHABILITACIÓN . Bienvenidos a mi mundo
Bienvenidos a mi mundo.
Son las 2:30 de la mañana. Llevo media hora desvelado. Me acosté sobre las 22:00, pero creo que Morfeo vino a visitarme hacia las 23:00. Tres horas de sueño. Mi ciclo completo. Ya nos vamos conociendo… Ahora mismo tengo el porcentaje de sueño a cero. Problema.
Y no es por no levantarme, porque, como diría el otro, si hay que ir, se va. El problema es que mañana es domingo: por la mañana tengo partido de pádel de liga y habrá que dejar el listón bien alto; por la tarde, cumpleaños de los niños; y el lunes, cole y a trabajar. No quiero estar hecho una mierdecilla.
Así que hoy toca plan B. A mi izquierda ya está humeando una infusión de hierba luisa. En la etiqueta pone que la deje infusionar entre 5 y 8 minutos. Vamos a respetar lo recomendado, no vaya a ser que, por cierta impulsividad de madrugada, me haga efecto rebote y me desvele más en lugar de meterme en el sobre de nuevo.
Junto a la taza, tres pastillas de melatonina. Cada una de 1 mg. En la caja pone que se tome una diaria, pero mi psiquiatra me dijo que, con mi masa muscular (en realidad creo que dijo “con tu cuerpo”, pero es por motivarme un poco… jajaja), tengo que tomar al menos 3 mg para que me haga algo. Estas van para dentro. Justo ahora.
El siguiente paso de la receta, para que esto funcione, es descargar un poco la mente. Porque, seamos sinceros, ahora mismo no sé exactamente qué me está quitando el sueño. Así que lo analizaremos juntos.
Por cierto, como soy escritor pero no tonto, desde el minuto uno llevo puestas mis gafas de protección (las de cristal ámbar) para que la luz de la pantalla no confunda a mi sistema nervioso haciéndole creer que es de día. En realidad debería estar leyendo más que escribiendo en el ordenador. O quizá sería mejor escribir en el cuaderno, para evitar esta luz. Pero bueno… creo que me merece más la pena escribir en el ordenador para sacar lo que llevo dentro y convertirlo en un artículo, que escribirlo en un cuaderno y que se quede ahí.
Cuando escribo estos artículos lo hago del tirón. No pienso demasiado en lo que voy a poner. Me dejo llevar (creo que se nota bastante). Para mí lo importante no es el resultado, sino el proceso. Dejarme llevar por la escritura. Plasmar lo que tengo en la cabeza en ese momento. Eso es lo que me ayuda. Descargar la mente.
Es como cuando dibujo. Para mí no es importante el resultado —el dibujo—, sino que durante esa hora consigo parar la mente de los pensamientos intrusivos que tengo. Con la escritura es parecido. Hay veces que necesito escribir para soltar emociones o pensamientos. Y ahora mismo es uno de esos días.
No es lo mismo este tipo de escritura que la escritura de un libro. El libro es más reposado. Las ideas pueden estar semanas o meses en mi mente antes de llegar al papel. Es importante que se entienda esta diferencia. Así que mi objetivo ahora mismo es descargar la mente.
La semana ha sido más o menos llevadera. Estoy contento porque esta semana he tenido que hacer un esfuerzo extra ayudando a mis hijos con sus exámenes. He ido a terapia con la psicóloga, al taller de emociones y ayer por la tarde a la terapia de grupo del sábado. Llevaba sin ir desde finales de verano y, la verdad, las echaba de menos.
Había dejado de ir desde el inicio del colegio, en septiembre, no por falta de ganas, sino porque tengo que poner en la balanza lo que me aportan las terapias frente a no estar con mis hijos el sábado por la tarde. Pero en mi mente siempre están las terapias. De hecho, ayer aproveché que mis hijos iban a casa de unos amigos a pasar la tarde y que la semana que viene ya no hay exámenes para ir a terapia.
Estas terapias son muy multitudinarias. Van familiares y enfermos. A diferencia de las del grupo de iniciación, aquí se junta gente que lleva incluso 20 años en la asociación. A mí me da bastante respeto hablar en ellas.
Como hacía mucho que no iba, al entrar una de las moderadoras me vio, se alegró y me enseñó su libreta, haciéndome un gesto como queriendo que hablase… una pequeña amenaza que capté a la primera. A veces hacen eso: si no hay “palabras” —como lo llaman, si nadie ha pedido turno— suelen pedir a los nuevos o a gente que llevamos poco tiempo que digamos cómo vamos.
Por un lado me apetecía hablar y decir qué tal lo llevo; por otro, mi corazón, subiendo de revoluciones cada vez que pensaba en lo que iba a decir, me pedía que mejor me quedase callado. Hice mentalmente un par de intentos de pensar qué decir y mi corazón respondió agitándose aún más. Así que pensé que lo mejor sería no decir nada.
El primer testimonio fue de uno de los compañeros más entrañables. Ya hablé de él en los primeros artículos, creo. Se presenta como ludópata, alcohólico y consumidor de drogas. Después aclara que de las drogas ya está recuperado —lleva más de 10 años sin consumir— y que de las otras dos está en ello. Lleva ya un par de años en la asociación y es de máquinas tragaperras.
Al parecer ha recaído hace un mes; yo no lo sabía. Ha pasado de nuevo al grupo de iniciación; no lo veía desde hace unos tres meses. Él no lleva nada de dinero en el bolsillo. Parece ser que un día echó a la tragaperras los 1,80 euros que llevaba, le vio alguien de la asociación y se lo contó a la psicóloga, y esta, como castigo, le ha bajado de nuevo al grupo de iniciación.
Él decía que no le parece justo porque “solo son 1,80 euros”. Ya conté otro caso en el que habían degradado a otro compañero por jugar una porra en la que se sorteaba un jamón y el hombre se sentía igual de frustrado.
Yo estoy deseando subir al grupo intermedio, donde coordina mi psicóloga, y la verdad es que no me gustaría nada bajar de nuevo al de iniciación. En el grupo de iniciación, aparte de que las terapias no están coordinadas por profesionales, muchas veces son muy superficiales. Hay mucha falsedad. La mayoría de las veces todo el mundo dice que está bien y haciendo las cosas bien. Nadie suele hablar de sentimientos y emociones, de lo mal que estamos por dentro. Y eso es lo que a mí me enferma de verdad.
Acto seguido pidió la palabra el compañero que me dio la noticia de Robe Iniesta (justo el que comenté en el artículo anterior a este). Sus palabras fueron rotundas. Dijo que no podía más, que se rendía y que dejaba la asociación. Después se echó a llorar como un niño pequeño. Dijo, entre lágrimas, que se daba por vencido, que la enfermedad le había ganado, y ya no pudo decir más.
Se levantó de la silla y, con su cuerpo enorme, se dirigió a la salida. Varios compañeros intentaron retenerle, pero no pudieron. Salió por la puerta acompañado del presidente de la asociación y, minutos después, se sumaron el secretario y otro compañero, a modo de refuerzos, para hacerle entrar en razón.
Seguidamente pidió la palabra un joven que tiene problemas con las drogas y con el juego. Entró poco después que yo y sigue sin poder dejar ninguna de las dos cosas. Me da muchísima pena este chico. Habló de que había dos noticias: una buena y una mala.
La mala es que había recaído en todo (en realidad no es que haya recaído, es que no lo ha dejado) y que el proyecto de entrar en un centro de rehabilitación de ingreso se ha echado para atrás. Por un lado porque, según dicen, después tendría que enfrentarse a lo de fuera y no podría; por otro, porque en el centro que habían mirado no hay jóvenes de su edad y no se lo recomiendan ( no aclararon quien es que recomienda ... yo me quede con es duda... ).
Después dijo la buena noticia: que llevaba sin tomar drogas ni jugar desde la semana anterior. Una semana. Creo que el silencio de la sala expresó el mensaje: “Vaya, esperábamos algo mejor…” . Esta buena noticia, desde luego está cogida con pinzas. Las he visto mejores........ A mí, desde luego, no me aflojó para nada el nudo en el estómago que me causó la mala noticia.
En mi mente apareció el discurso que quería comentar… pero mi corazón me riñó de nuevo. Estaba claro que hoy no me iba a dejar hablar. Así que escuché una a una las palabras del resto de compañeros.
Empezó a hablar un compañero al que solo conozco de las terapias online y que siempre me gusta escuchar porque habla desde el corazón. Contó su testimonio. Nos habló de su dragón. Él lo llama así: ese dragón que tiene en la cabeza, que le llevó a la ruina y que se despierta de vez en cuando, pero que de momento consigue mantener a raya.
A mitad de su discurso sonó la puerta y entró el compañero —vamos a llamarle “el llorón”, simplemente para identificarlo en este artículo— acompañado del presidente y los otros dos subalternos y, a modo de paseíllo, fue recibido con una ovación de todos los presentes. De hecho , el tío hizo un gesto .... como de torero.... es un " crack".
Después pidió la palabra uno de los compañeros más veteranos, que coordina terapias y que me encanta escuchar hablar. Hizo un resumen breve de su testimonio, dirigido a los nuevos, y después se dirigió al compañero "llorón", para hacerle saber que había tomado la palabra para darle algunos mensajes, porque quiere ayudarle.
Empezó su discurso contando que él estuvo en la asociación los tres o cuatro primeros años jugando.
No se sentía ludópata. No se identificaba con los testimonios que escuchaba de gente que robaba, mentía, no daba de comer a su familia… Él seguía jugando, seguía mintiendo a su familia, pero no se sentía ludópata porque no había pedido préstamos. Sin embargo, se estaba destrozando la vida. Una vida ya de por sí destrozada a raíz de un accidente de tráfico que le dejó con varias discapacidades.
Contó cómo empezó con el juego tras el accidente, cómo en lugar de ir al gimnasio para recuperarse de las secuelas del accidente se iba a jugar a las máquinas, cómo mojaba la ropa y la toalla para decir en casa que venía de la piscina o del gimnasio. Todo era mentira. Su vida se fue destruyendo hasta el punto de querer quitársela.
En ese momento habló de su madre. Dijo que verla llorar fue su disparador para frenar todo. Llevaba tres años en la asociación, pero no avanzó absolutamente nada porque no se sentía ludópata. En ese momento se echó a llorar hablando de su madre y recordando los momentos en los que quería quitarse la vida, porque sentía que vivir no valía la pena.
Después comentó que estaba cansado, que muchas terapias eran superficiales y que no se hablaba de emociones, que estaba cansado de tanta falsedad. Dijo que ayer, sin embargo, fue diferente y que la gente se mojó más en la terapia que él coordinó. Y se fue contento a casa, con sensación de que esa terapia si había servido para algo.
Finalizo su discurso entre lagrimas. Lágrimas que brotaron justo en el momento que pronunció la palabra desencadenante " madre" .
La enferma que coordinaba la terapia —la misma que me enseñó la libreta al entrar— dijo que era la primera vez que veía llorar a este compañero veterano. Ella lleva ocho años. Así que probablemente presencié uno de los discursos más emotivos de este compañero. A mí me encanta escucharle hablar siempre, porque habla desde el corazón.
Acto seguido pidió la palabra una señora que no conocía. Se presentó como la hija de un ludópata. Su padre no estaba en la sala, pero ella sí. Empezó a echar la "bronca" a todos, diciendo que lo más importante es la abstinencia, la voluntad, que si no se sale es por falta de voluntad… No sé qué más dijo porque mi cabeza desconectó.
Un pensamiento paró mi atención por completo, supongo que para no encenderme por dentro: estaba escuchando el discurso de una persona que no siente lo que es la ludopatía. Puede que sepa lo que es desde el punto de vista del familiar, pero desde el punto de vista del enfermo no tiene ni puñetera idea. Igual que yo no sé lo que es ser familiar de un ludópata, ella no puede saber lo que es una adicción si no la ha vivido. Así de simple.
Este es mi artículo 67 y, entre todos ellos, lo considero una pincelada de lo que se vive. Mejor dicho, de lo que yo vivo. Porque esa es otra: cada ludópata es completamente diferente. En la asociación dicen que todos somos iguales. Falso. Mentira absoluta.
Todos somos diferentes, y ese es el principal problema que muchos no entienden. Por eso esto es tan complicado: porque hay que entrar de forma artesanal en cada mente, descubrir qué hay dentro de esas “cabezas locas” y entender que el problema no es el juego. El juego es el síntoma. El resultado final. No el principio. El principio es lo que hay dentro de la cabeza.
Con mi cabeza en modo pausa, escuchando a esta señora de fondo, empecé a fabricar mi discurso. Imaginaos la situación: una parte de mí intentando concentrarse escuchando, otra intentando calmar a mi corazón para que me dejase hablar, y yo esforzándome por decir lo que tenía que decir.
Cuando lo tenía medio claro, miré a la coordinadora para ver si me miraba y levantar la mano. Quedaba poco tiempo. Conseguí pedir la palabra y esperé mi turno.
Cuando esta señora terminó, intervinieron otras tres personas y después me tocó a mí.
Intenté ser breve. Empecé explicando que pedía la palabra para dirigirme al compañero "llorón" y al "joven drogodependiente y ludópata".
Para poner en contexto a los nuevos, dije mi nombre y que llevaba cinco meses en rehabilitación. Conté que llegué destrozado, que había preparado un lío gordísimo con la bolsa y que me rendí porque no podía más con esa batalla interna.
Dije algo que sabía que la coordinadora me comentaría después, pero que tenía que decir: que para mí, en estos cinco meses, dejar el juego había sido la parte fácil, porque no tenía dinero. La parte difícil estaba siendo controlar la cabeza. Expliqué que de eso va la rehabilitación: de una lucha contigo mismo, contra tu propia cabeza.
Hablé del miedo. De que, igual que el presidente dijo en el taller de emociones que tenía miedo de jugar, yo tengo miedo de mí mismo. De mi cabeza. Conté lo mal que lo pasé cuando no podía dormir y tuve que pedir ayuda al psiquiatra. Expliqué que soy una persona muy sensible y empática y que, cuando algo me preocupa , cuando discuto con alguien o , simplemente cuando escucho testimonios duros, mi cabeza después no para.
Expliqué las herramientas que voy descubriendo: dibujo, deporte, podcast, lectura, terapias… y que eso es lo jodido, que llevo cinco meses y aún estoy descubriendo. Me dirigí de nuevo al chico joven para decirle que tiene que encontrar sus propias herramientas para ganar la batalla contra su cabeza. Porque , al menos en mi caso , algunas de la serapias que propone mi psicóloga a mi no me funcionan , pero me funcionan otras que voy descubriendo por mi cuenta y que comparto con ella. Esto es un equipo. Ella no es adivina y le ayuda mucho para conocerte el que tu le cuentes tus descubrimientos y como eres. Es si como ella puede llevarte de la mano en este proceso.
Cuando terminé, mi corazón me avisó enseguida de que había hecho un buen discurso. La coordinadora, como ya intuía, me "corrigió" por decir que lo fácil había sido dejar de jugar. Aclaré que era así porque no tenía dinero y que tengo clarísimo que, cuando resuelva lo legal , cancele deudas y vuelva a tener ingresos, empezará otra etapa.
Con mi intervención finalizó la terapia. Después hablé con el chico joven a la salida, y en el pasillo varias personas se acercaron a decirme que les había gustado mi exposición, sobre todo lo del dibujo. En ese momento me sentí feliz. Una sensación física agradable. Supongo que por el efecto de la serotonina, oxitocina , etc ( o lo que sea que se haya generado en mi cuerpo ).
Después hablé con la coordinadora para aclarara un par de cosas.
Al salir, el presidente me preguntó si me quedaba a tomar algo con ellos. Los sábados suelen ir a tomar un café después de la terapia. Yo nunca me quedo, pero esas hormonas de la felicidad hicieron su función y acepté. Caminando hacia el bar , y también dentro , surgieron conversaciones muy interesantes, de las que hablaré en el siguiente artículo.
Son las 4: 12 de la mañana.
Cero sueño .
Espero que por lo menos , escribir esto haya servido para calmar un poco la mente.
Hoy toca plan C: colacao y unos sobaos. Cuando termine, a la cama, unas respiraciones y a ver que pasa.
Este es mi mundo. Al menos hoy es así .
Mañana será otro día .
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