8.- No es lo mismo Trastorno Límite de Personalidad que Personalidad Tipo Límite.

Hoy salgo de terapia tras el regreso de vacaciones de mi psicóloga. La verdad, se me ha hecho duro estar dos semanas sin terapia individual… quién lo iba a decir. Tenía como deberes anotar los disparadores de mi ansiedad, y llegué a la sesión con los deberes más o menos hechos.

Estas dos semanas han sido raras: muchas reflexiones, bastante ansiedad, momentos de tristeza, angustia o incluso estados más depresivos (aún me cuesta diferenciar algunas de esas emociones). También tuve alguna discusión familiar provocada por mí mismo, que a su vez me llevó a un autodescubrimiento que luego compartí en consulta.

Tenía tantas cosas en la cabeza que, el día antes de la sesión, se me había generado una sensación de angustia, incluso de no querer ir. Aun así, estoy aprendiendo que hay que hacer frente a todas las emociones que surgen. No podemos evitar que aparezcan, pero sí podemos gestionarlas o, en algunos casos, actuar en contra de lo que nuestra propia mente y emociones nos empujan a hacer.

Una de las primeras cuestiones que tratamos fue algo que me venía torturando desde hacía un par de días: el diagnóstico que yo había entendido por parte del psiquiatra. Pasé días buscando información sobre el Trastorno Límite de Personalidad, sintiéndome identificado con lo que iba leyendo. Lo que empezó como alegría —por pensar que había encontrado una clave para entenderme mejor— se convirtió en preocupación grave al descubrir que se trataba de un trastorno serio.

Por eso estaba deseando llegar a terapia y aclararlo con mi psicóloga. Tras revisar los cuestionarios, me explicó que, para ser patológico, debía superar una puntuación de 24, y yo había quedado en 23,5. ¿Qué significa esto? Que no tengo un Trastorno Límite de Personalidad, sino una Personalidad Tipo Límite. Es decir, tengo muchas de esas características, pero en un grado inferior, sin riesgo para mi salud. Me quedo con la alegría inicial: ahora sé cuál es mi personalidad y por qué me comporto como lo hago. Y eso es magnífico. Ponerle nombre a las cosas es el primer paso para empezar a entenderte.

A partir de ahí seguimos hablando de mi ansiedad. En estos 15 días he notado avances significativos: he comprendido que es clave detectar los disparadores, porque según el tipo de estímulo, la intensidad de la reacción física cambia. Y a partir de ahí, aprender a gestionarlo.

Me doy cuenta de que la rehabilitación es, en esencia, un viaje hacia dentro. Un viaje de autoconocimiento que casi nunca hacemos de manera consciente. Estos días escuché varias entrevistas del podcast Charlas Adictivas ( YouTube), y casi todos los entrevistados coinciden en lo mismo: el proceso de recuperación de la adicción es lo mejor que les ha pasado en la vida, porque a partir de ahí se abre un camino nuevo, más consciente, más profundo, que la mayoría de la gente no llega a recorrer.

También me he dado cuenta de algo más: por mi personalidad, siempre he buscado experiencias intensas, esas que generan adrenalina. De pequeño con travesuras que es mejor no contar aquí, y de adulto con deportes como snowboard, escalada en roca, vuelo en avioneta, submarinismo, espeleología… Sin embargo, cuando me metí en el mundo del trading, dejé todas esas actividades, quizá porque el trading me estaba aportando esas dosis de dopamina e intensidad que antes encontraba en los deportes de riesgo.

Ahora me toca viajar hacia dentro, con la misma intensidad: observar cómo reacciono, por qué, ponerle nombre a las emociones que siento en el cuerpo. Mirar hacia el futuro con nuevos objetivos. Incluso comenté en terapia que quizá, cuando me recupere, ayudar a otros a recuperarse me aporte una intensidad emocional que nunca he experimentado, algo más profundo que cualquier deporte extremo.

Por ahora, me quedo con la satisfacción de haber quitado una de las capas de la cebolla en este viaje interior. Aún quedan muchas, pero estoy convencido de que será más reconfortante que cualquier otra experiencia que haya vivido.