ANTI-TRADING
9.- Cuando la desconfianza pesa más que la recuperación
Ayer en terapia vivimos una situación bastante tensa con un compañero y los dos familiares que le acompañaban. Fue su hermana quien tomó la palabra para expresar que no estaban nada contentos con la actitud de él.
Este compañero había comentado en sesiones anteriores que estaba cobrando el subsidio por desempleo , aunque hacía algunos trabajos cobrando en efectivo (en B). Su hermana le controla las cuentas bancarias, pero él se niega a que le controle ese dinero en metálico. La preocupación de ella —muy razonable en mi opinión— es que no sabe con certeza cuánto cobra realmente ni cuánto dinero guarda en casa. Teme que pueda gastarlo en juego sin que nadie se entere.
Tras escucharla, el compañero quiso hablar, a pesar de que la psicóloga le había recomendado guardar silencio por el estado emocional en el que llegaba después de discutir con su hermana y su cuñado. Muy emocionado, explicó que lo que necesitaba era que confiaran en él. Contó que había superado una adicción a las drogas y que llevaba meses sin jugar, pero sentía que nadie le creía. Decía sentirse ahogado y pedía espacio.
No pude evitar empatizar con él y pedí la palabra para mostrarle mi apoyo. Le dije que me sentía muy identificado. Personalmente, una de las cosas que más me duelen es que me acusen de algo que no he hecho y que insistan en ello. La ludopatía tiene un gran problema: las mentiras alrededor del dinero. Y esa dinámica rompe la confianza, que luego es muy difícil de recuperar. Por más esfuerzo que haga el ludópata, no puede obligar a los demás a confiar. Si no confían, simplemente no lo hacen. Y eso es muy duro.
Aun así, entiendo a su hermana: está intentando ayudarle y quizá no sepa hacerlo de otra forma. No conozco lo que hablan fuera del grupo ni si la presión que le hace es excesiva. Pero al final eso es secundario. Lo importante —como le dije a él— es no dejar que esa sensación de “injusticia” le aparte del proceso de recuperación.
Por eso le recomendé que hablara con su psicóloga y que trabajara con ella esa rabia y frustración que le genera su hermana. Al final, solo él sabe realmente si está haciendo las cosas bien o no. No tiene sentido engañarse. Lo único que puede hacer es expresar que necesita espacio, que la presión le pesa demasiado, y aprender a gestionar lo que siente.
Ese es, en realidad, el trabajo más difícil de la rehabilitación: mirar hacia dentro y aprender a manejar nuestras emociones. Un trabajo duro, invisible para los demás, pero absolutamente necesario.
Me doy cuenta de que hay una diferencia enorme entre hablar con un psicólogo y discutir con una persona cercana. El psicólogo nunca pierde de vista tu problema y está pendiente de ayudarte sin imponerte nada. En cambio, cuando hablas con alguien que no lo es, muchas veces se convierte en una batalla por imponer su verdad.
Como le dije ayer a mi compañero: lo único que importa es que seas fuerte para afrontar esas situaciones que tanto te hieren y que, sobre todo, no dejes que te hagan abandonar la terapia. Porque eso sí que sería un verdadero problema.
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