He pensado que sería una buena idea incluir un apartado de agradecimientos: un espacio para reconocer a aquellas personas que, con sus consejos o compartiendo su propia experiencia, me han ayudado a cambiar de idea o a ver las cosas desde una perspectiva diferente.

Gracias a ellas he podido dar pasos importantes en mi camino, y este recordatorio me servirá también para no olvidar el valor que tuvo su apoyo en los momentos en que más lo necesitaba.

Evidentemente, muchas más personas me han ayudado o me están ayudando en el camino, y aunque no las nombre, no quiere decir que no las reconozca. Aquí recojo solo algunos acontecimientos que claramente me hicieron un “click” en la cabeza.

A Pedro y María (a los que podría considerar mis padrinos). Fueron ellos quienes me recibieron en la acogida. Desde el primer día percibí en ellos un cariño especial, preocupándose por mí en todo momento y haciéndome una adaptación mucho más sencilla.

A Marina, por mi primera experiencia con una psicóloga. Aún recuerdo su cara de asombro ante algunas de las cosas que le conté en la primera sesión, especialmente cuando hablé de mi padre biológico. Mil gracias, Marina, por escucharme y por tus consejos.

A Gerardo, ludópata en rehabilitación, por venir a terapia aquel día —según nos dijiste— “con la ilusión de que yo estuviera allí, porque querías darme caña, y estrujarme...”. Me ayudó enormemente saber que entendías perfectamente todo lo que se me pasaba por la cabeza, porque tú también habías tenido esos pensamientos. Solo quien ha estado en la misma batalla sabe realmente lo que ocurre en ella. Me sirvió especialmente tu reflexión sobre cómo los ludópatas de bolsa nos autosaboteamos inconscientemente: cerrando una operación que habíamos previsto para largo plazo y, acto seguido, entrando en el corto plazo, donde la dopamina nos golpea en dosis altas.

A Julio, una de las primeras personas que charló conmigo fuera de las terapias, por tranquilizarme con el tema de la Ley de Segunda Oportunidad, especialmente con las llamadas de los bancos. Y, sobre todo, por tu consejo insistente a todos los compañeros que acudimos a terapia acompañados de nuestra mujer. Tu experiencia con la dolorosa separación nos sirve a los demás de ejemplo y reflexión sobre las consecuencias tan desastrosas que puede originar esta enfermedad.

A Ricardo, una de las personas que más ternura me transmite en cada sesión de terapia. Siempre dispuesto a hablar el primero, cuando nadie quiere hacerlo, con un testimonio sencillo pero cargado de humildad. Ludópata, alcohólico y consumidor de drogas, como a él le gusta presentarse. Me quedo con una frase que nos contaste: “Estaba esperando en la parada de autobús y, de repente, veo bajar a una mujer muy guapa y digo: anda, pero si es mi madre...”. Eres genial. Ojalá puedas reencontrarte pronto con tu hijo y superar las adicciones que aún te quedan.

A José, presidente de la asociación. Por “obligarme” a hablar en el grupo grande cuando apenas llevaba un par de semanas... con lo mal que lo paso cuando hablo en público. Y, sobre todo, por estar al frente de una asociación que hace una labor tan importante.

A Miguel Ángel, cuya mujer es ludópata, por invitarme a ese café e intentar convencerme constantemente para que mi mujer venga también a las terapias.

A Francisco (los martes) o Alejandro (los jueves), por mostrarme que incluso las personas que parecen muy fuertes —por su corpulencia y seguridad al hablar—, en el fondo tienen sentimientos, emociones y un corazón igual que todos los demás. No pude evitar sentirme identificado contigo cuando expresabas que lo estabas haciendo bien, que no estabas jugando y que los demás no confiaban en ti. Que necesitabas espacio y que no te metieran tanta caña.

A Carmelo, por decirme en terapia delante de los compañeros que “yo quería ser un tiburón” y que “debería pensar más en mis hijos”. En ese momento tus palabras me dolieron tanto que estuve a punto de abandonar las terapias. Sin embargo, con el tiempo entendí que me dejaste una de las lecciones más importantes de todo este proceso: no permitir que las palabras de quienes no me conocen definan quién soy ni de dónde vengo. Hoy te agradezco ese comentario porque me obligó a reflexionar y a fortalecerme, recordándome que solo yo sé el camino que he recorrido y el porqué de mis decisiones.

A Sandra, mi psicóloga, mil gracias por escucharme como lo haces en cada sesión, por entenderme y por darme apoyo para seguir el camino que necesito seguir. No todo el mundo es capaz de comprender que detrás de este sufrimiento originado por la ludopatía hay una explicación. No hemos llegado aquí de un día para otro: ha sido un proceso, de toda una vida, unido quizá a una predisposición genética y a la personalidad que fui desarrollando, probablemente marcada por el abandono de un padre. Has sido capaz de ver en mí lo que otros no ven, y de entender que la escritura es parte de mí, y que la necesito para afrontar con éxito todo este proceso. Gracias por animarme a escribir.

Al Dr. Bombín, mi psiquiatra, por analizar la situación de forma tan cercana y profesional, y por decirme algo que yo sentía por dentro pero nunca había escuchado en voz alta: “Todo el mundo tiene derecho a conocer sus raíces. Es un derecho que tenemos todos”. Entré nervioso a consulta y salí feliz, con unas pautas sobre mi personalidad que me ayudaron a entender por qué soy como soy y por qué reacciono a las cosas de la forma en que lo hago.

A mi hermano Juanjo. Junto a mi mujer, sois los dos apoyos que he elegido entre todos mis familiares para superar este proceso. He decidido no contarlo a mis padres ni al resto de la familia, por mi forma de ser. Hay personas que necesitan sentirse muy arropadas. Yo necesito contarlo exclusivamente a quienes han estado a mi lado durante mucho tiempo, dándome apoyo siempre que lo he necesitado.

A mi mujer, por estar ahí siempre desde hace más de 25 años. Aunque nuestra relación a veces ha pendido de un hilo, ese hilo siempre ha resistido lo suficiente como para mantenernos unidos. Gracias por tu paciencia infinita, por tu amor incluso en mis momentos más oscuros, y por no soltarme de la mano cuando más perdido estaba. Espero que podamos transformar tanto dolor en una nueva etapa juntos, más sólida y consciente, porque eres y seguirás siendo la persona más importante en mi vida.

A mis tres hijos, que son el motor de mi vida. Tres grandes maestros.